24 de outubro de 2013

Mujeres encontradas

Fernando Beltrán é un poeta asturiano nacido en 1956 e defínese como poeta entrometido.
Autor de máis de quince libros de poesía, publica en 2008 o libro Las mujeres encontradas na editora madrileña sins entido



Con arames e palabras vai anoando un libro cheo de experiencias, humor agre e lugares cheos de ausencias.




Neste enlace podedes saber máis da súa iniciativa:  http://www.mujeresencontradas.com/

Alumnos do Bacharelato de Artes quixeron parafrasear algúns dos seus recursos con arames como estes







e con textos como estes:

LA PAREJA

Todavía sigue en casa de mi madre la foto que me hice con Clara el día de mi cumpleaños ¿Quién es Clara? Mi primera novia ¿Por qué mi madre conserva la foto en el mueble de la entrada? No lo sé, me gusta pensar que no es para espantar a  todas las chicas que invito, pero me cuesta creérmelo.
En realidad no era tan maravillosa, simplemente era ella. Cuando pienso en nuestra relación, lo primero que me viene a la cabeza es que fue muy clara.
Si decía sí, era sí; si decía no, era no y cuando dijo “Se acabó”, se acabó.
El principal problema fue que pasaba más tiempo con mi madre que conmigo, tenían gustos muy distintos, pero aún así lo hacían todo juntas.
Los sábados iban al parque para darles de comer a los patos. A mi madre le gustaba verlos engordar y a Clara le gustaba ver cómo se peleaban por la comida.
Los miércoles iban al Corte Inglés. A mi madre le gustaba pedir muestras de colonia a las dependientas y a Clara le gustaba coger el resto mientras estaban entretenidas.
A mi madre le gustaba maquillarse diariamente, a Clara le gustaba el cubismo.
El caso es que mi madre algún día sustituirá la foto por otra y ese día Clara desaparecerá de mi vida…
A menos que mi madre baje del desván su caja de muestras de colonia.


Noemí Cudilleiro






SIEMPRE SUEÑO CON LOS ÁNGELES, pero con mis demonios vivo y existo. Tengo miedo pero ya no voy a correr más.Tu enfado es una defensa de tu miedo, vencedor sin patria.Rogué a la vida que te convirtieses en mi cuento de hadas ¡ME LO MEREZCO! Como el destello de un relámpago en la noche, te convertiste en mi vida. Recorrí calles en llamas por tu amor. Pies descalzos sobre las espinas condujeron mi vida junto a la tuya. Sangré para que la esperanza no estuviese perdida. Tenía sed y tú eras el rocío que mojaba mis labios. Una casa derrumbada, cristales rotos en el suelo. Sangraba cuando te estabas yendo. Aún vives dentro de mí. No me has dado lo que mi corazón necesitaba.Tenías muchas cosas dentro de ti. Lo acepté porque así eras tú. Siento que vivo una vida que todavía necesita sentir lo que es el verdadero amor. Eres una ola que me lleva hasta el fondo. Eres un fuego que me quema. Si sigo así no me salvaré de la catástrofe. Escucho cómo se me rompe el corazón y noto cómo las lágrimas en la cara van quemándome como las llamas del infierno. Al mirarte a los ojos sé que todavía estoy enamorada de todo lo que odio, de todo lo que haces, de todo lo que me da miedo, de todo lo que hay en ti. Siento que mi vida está vacía al susurrarte el adiós. No puedo creer que todavía te necesite, no puedo creer que todavía te quiera, pero oigo voces que dicen que sigo viva. Mi cuerpo busca mi alma. Fuiste un error y ahora hago lo correcto. Eras la vela que iluminaba mi camino, pero una tormenta del norte llegó para apagar tu llama. Era una flor que tu nieve congelaba. El tren ha llegado para llevarse conmigo mi alma a una estación sin ti. 
Volveré a la cima del mundo.
Amor, dile al mundo que aún sigo aquí. Sigo viva. Invencible frente al mundo, invencible frente a ti.

Alexandro Castañón





LE GUSTABAN MUCHO LOS HOMBRES. Al menos, a mi modo de ver. La observaba desde mi ventana. Cada día, uno diferente. Siempre los veía entrar, pero nunca salir. Quizás existiera una puerta detrás de su casa.
Aquel día se dejó la puerta abierta. Y yo, tan curioso, lleno de sospechas por esa mujer, entré.
La casa estaba totalmente vacía. Solo había un colchón en medio y medio del salón, frente a la chimenea, rodeado de velas negras.
Cinco habitaciones totalmente vacías y, al final del pasillo, una puerta de madera que daba a un almacén.
Allí, nada más y nada menos que veintitrés hombres desnudos, ahorcados.

Se escuchó cómo se cerraba la puerta principal y unos tacones caminaban hacia el almacén.


Camila Rodríguez






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