Alexandro Castañón
1º BACH. B
1º BACH. B
Salí
corriendo de la habitación. No quería oír ni una palabra más. Ya
era suficiente. Bajé al sótano y me escondí bajo la escalera.
Sabía que el corazón de mi padre estaba duro como el hielo, pero
esa noche descubrí que el hielo estaba cubierto de hormigón. No
tenía sentimientos, era perverso.
Esa
noche se celebraba en toda la ciudad la fiesta de cristal. Era mi
fiesta favorita, no solo por los regalos, sino por las preciosas
decoraciones de la gran casa de mi padre, la apetitosa comida y la
alegría compartida de la gente. La fiesta de cristal era la más
deseada por los niños y sin duda alguna la favorita de mi madre.
Quizás por eso mi padre se encerraba en su despacho durante la
semana de celebraciones. Desde su muerte, él evitaba cualquier
celebración, fotografía u objeto que le recordase a ella. Ella
siempre fue el ángel que iluminaba su camino. La amaba y su marcha
lo destrozó.
Claro
que para mí tampoco fue fácil. Mi madre se consumió poco a poco
mientras él se petrificaba al mismo tiempo.
Él
me gritó. Yo le grité más aún. No tenía derecho. Yo solo
pretendía que todo volviese a la normalidad, celebrar la tradicional
cena y recordar a mi madre. Su respuesta fue:
-
Una fiesta es esperar algo a cambio de nada. Una pérdida de tiempo,
tiempo que no pienso malgastar.
-
Esta era la fiesta favorita de madre, solo trataba de recordarla, de
honrar su memoria y vivir como ella quería que lo hiciésemos.
-
Ella ya no está, las fiestas se fueron con ella y tú no tardarás
en hacerlo si no te callas. ¡FUERA!.
En
ese momento rompí a llorar. No quería verlo más, por eso huí.
Estuve más de una hora bajo la escalera, llorando, escondido en un
rincón. No me moví de mi sitio hasta que escuché un ruido. Parecía
el de una rata. Me levanté y fui a mirar y tenía razón. Era una
rata. La seguí. Traté de cogerla. Sin apenas darme cuenta, entré
en una gran habitación. Estaba llena de una especie de armarios
metálicos. Jamás había visto nada como aquello. Rodeé uno de
ellos. Era como una nevera y dentro de ella había personas
congeladas. En la puerta había varios botones. Uno de ellos servía
para iluminar el interior y así poder ver el rostro de la persona. También tenía una especie de reloj. Pulsé todos los
botones. Le di a las palancas, hasta que por fin se abrió. De su
interior salió una preciosa mujer, vestía una pulcra y elegante
túnica de color blanco. Su larga melena de rizos rubios caía sobre
sus hombros. Parecía extrañada de mi presencia. Yo no podía parar
de mirar sus enormes y profundos ojos azules. Ella me cogió de la
mano.
-
Gracias por liberarme de mi encierro. ¿Qué día es hoy? Nunca pensé
que mi familia lograse encontrar solución a la deuda con el señor
Kempe.
-
¿Encierro?, ¿deuda? … Hoy… Hoy comienza la fiesta de cristal.
Nuestras
caras cambiaron en apenas unos segundos. Ninguno sabía muy bien qué
hacía el otro allí y tampoco si debían estar hablando.
-
Supongo que tendré que contarte la historia… Mi
familia atravesaba grandes problemas. Ya no teníamos nada más para
empeñar. Mi hermana tiene 8 hijos y no podía alimentarnos a todos.
Decidí entregarme al señor Kempe a cambio de que él les diese el
suficiente dinero para comer. El día en que ellos encontrasen solución
para nuestros problemas y la deuda se saldase, yo sería libre.
Al
escuchar aquellas palabras, la imagen de mi padre se desfiguraba más
aún. Su tiranía sobrepasaba todos los límites establecidos en mi
cabeza. Congelaba a personas desesperadas a cambio de su ayuda.Volvía a mirarla a los ojos. Era preciosa, me recordaba a mi madre.
-
Siento que mi padre te haya hecho esto. No tiene nombre.
-
¿El señor Kempe es tu padre?
-
Sí …
Su
semblante cambió. Quería huir, se le veía en los ojos. Traté de
decirle que yo no sabía nada. Le conté la discusión que había
tenido con él. Finalmente me creyó.
-
Aún no me he presentado. Soy Sylwia Grzeszak. ¿Has dicho que hoy
empieza la fiesta de cristal? Es mi fiesta favorita, me gustaría
tanto poder pasarlo con mi familia...
-
Yo soy Tomasz, sí, hoy empieza la fiesta de cristal. También es mi
fiesta favorita, aunque ya no es lo mismo desde que mi madre murió.
Vete con tu familia si quieres, no te lo impediré.
-
Ven conmigo, no puedo agradecértelo de otra manera.
La
acompañé a su casa. Su familia saltaba de alegría al verla, aunque
todos se callaron cuando yo entré en la humilde casa. Ella les contó
toda la historia. Mi mirada no se separaba de la suya.
Cuando
regresé a mi casa, mi padre estaba rabioso. Yo no dije nada a cerca
de Sylwia, pero él ya lo sabía. Me encerró en mi habitación y
supe por los criados que había vuelto a encerrarla. Yo iba a volver
a liberarla, costase lo que costase.
Pasaron
los meses y aún no había tenido la oportunidad. Cuando me quise dar
cuenta, ya había pasado un año y volvía a ser la fiesta de
cristal. Mi padre, como de costumbre, se encerró en su despacho.
Entonces yo aproveché para bajar al sótano y liberar a Sylwia.
Repetimos los pasos del año anterior, con un diferencia: al final de
la velada, ella volvería a ser encerrada y no nos veríamos más
hasta el año siguiente. Cumplí su deseo, año tras año. El primer
día de la fiesta de cristal, la sacaba de su ataúd helado y
pasábamos la noche con su familia. Los años se sucedían y con
ellos el reloj de la puerta de su jaula iba bajando. Yo seguía sin
entender de qué se trataba. Marcaba 15 la noche que la conocí y 1
la última vez que la liberé.
Un
día mi padre me sorprendió en mi habitación. Estaba muy enfadado y
no paraba de gritar.
-
¿QUÉ HAS HECHO? ¿Cuántas veces has liberado a Sylwia?
-
Todas las que me ha dado la gana. No tienes derecho a tenerla
encerrada.
-
¡IDIOTA! Encerrarla es lo mejor que podía hacer por ella. Sylwia
tiene una horrible enfermedad. Vino a mí porque le quedaba muy poco
de vida. Quería aprovechar lo poco que le quedaba de ser útil para
su familia. Cada vez que sale pierde un día de vida. La próxima vez
que salga morirá.
El
corazón se me encogió. Me había enamorado de ella y ahora ya solo
podría escuchar su voz una vez más.
Los
años pasaban y mi promesa se incumplía. No volví a liberar a
Sylwia. Me convertí en el monstruo que era mi padre.
Lo
último que vi antes de morir fue su precioso rostro todavía
congelado.
Ningún comentario:
Publicar un comentario